lunes, 25 de mayo de 2015

Sincronía.

´El ojo con el que veo a Dios y el ojo con el que Dios me ve son uno y el mismo'. 

Las sincronicidades son esos momentos de coincidencia cuando el límite entre lo interior y el exterior se disuelve en el infinito ahora significativo del tiempo presente. Las coincidencias son mensajes codificados provenientes de la inteligencia no delimitada de lo simultáneo.

Siendo el tiempo pura ilusión, la única realidad del tiempo, en el plano del Creador del Tiempo, es el Principio y el Final del Tiempo, que son idénticos. Tanto al Principio del Tiempo, como al Final, se encuentra la No Manifestación o la Muerte Final de todo lo anímico.

Centrado en el ojo pineal o tercer ojo Uno se vuelve el testigo consciente que no se identifica con el pensamiento.

Los eventos no-causales son eventos mentales sincrónicos cuya causalidad postula un mecanismo físico para dar cuenta de las correlaciones significativas entre los eventos urdidos.

La causalidad física y la causalidad mental son categorías de fe, desconcertantes correlaciones que eventualmente son explicadas por extensiones directas del estado ordinario de conciencia, ante la posibilidad que diferentes hechos cognitivos e intelectuales puedan tener insondables correlaciones comprensibles y causales.

Su causalidad específica y sincrónica de ser, representa las relaciones causales y genuinas que somos incapaces de comprender satisfactoriamente debido a los límites inherentes de la condición humana.

La sincronía absoluta es una relación auténtica y significativa entre los eventos que en realidad son no-causales. Siendo la causalidad una realidad mental, no una realidad física o externa que simplemente se observa o descubre, es decir, la proyección de una operación psíquica en el mundo externo. 

Las sincronicidades son expresiones de la naturaleza onírica de la realidad, ya que resultan en momentos temporales cuando la naturaleza atemporal y onírica del universo resplandece y se revela abiertamente, ofreciendo un portal a la lucidez.

Debido a que es tan radicalmente discontinua con la noción convencional de la naturaleza de la realidad, la experiencia de la sincronicidad es literalmente alucinante.

En una sincronicidad, dos sistemas-mundo heterogéneos, el causal y el acausal, por un momento en el tiempo se entrelazan y se interpenetran entre sí, lo que a la vez es una expresión temporal que genera un aspecto de nuestra integridad que se manifiesta.

El universo sincrónico empieza por hacernos participar en su creación durante esa secuencia de momentos, siendo algo parecido a un acto de creación proyectado en el tiempo.

La sincronicidad es la más desconcertante y misteriosa de las discontinuidades de la física. El poder soberano de la causalidad hace que parezca impensable que existan eventos sin causa que jamás podrían coexistir. Pero si lo hacen deben ser considerados como actos creativos continuos de un patrón que existe desde siempre, que se repite de forma esporádica, y no es derivable de los antecedentes conocidos ni sucesivos, o de la eterna presencia del único acto creativo.

Las sincronicidades son cristalizaciones del destino en el tiempo lineal de un tiempo no lineal y no causal, un proceso atemporal cuyo ámbito fuera del tiempo y del espacio torna un mundo de participantes activos en y de un acto creativo.

Como expresión de la naturaleza onírica de la realidad, las sincronicidades resultan intemporales y temporales, es decir, están poseídas de una naturaleza doble con respecto al tiempo del proceso mental que se forma a través del mundo aparentemente externo, un recurso que la psique interior exterioriza, cuando están inseparablemente unidas como una sola realidad.

Las sincronicidades son tanto el vehículo a través del cual se percibe lo complejo, y una expresión del hecho de tomar conciencia de la naturaleza de ensueño del universo y sus emanaciones de alerta que se proyectan en el ahora.

La Ley de la Atracción afirma que por resonancia emocional uno atrae sincrónicamente desde el exterior aquello que resuena en su propio interior, y que también puede llevar a su vida aquello en lo que fuertemente se enfoque.

Lo de no-localidad quiere decir que no está obligado por las leyes convencionales del espacio-tiempo, además de ser multi-dimensional en el más profundo sentido de soñar, ya que auto simultáneamente puede expresarse a través de las experiencias internas, así como mediante la atracción de eventos en el mundo aparentemente exterior que encarna ante sí mismo.

Cuanto más profundo se sueña más consciente es la inspiración para que la experiencia interior sea reveladora de un resultado transformador, siendo éste un soñar no-local de múltiples facetas y canales dispuestos y envueltos en todas las dimensiones del campo de una vivencia psicofísico singular en la que la unidad del espíritu y la materia se hacen visibles sin el proceso pasivo de soñar.

Un recurso abierto para que el universo sincrónico se manifieste en forma materializada y se exprese en un quanto enredado, interdependiente e inseparablemente fusionado en la co-creación de la sincronicidad de los demás, ya que no sólo le pertenece a una conciencia individual, sino que participa en la sincronicidad al mismo tiempo de tener una experiencia de vivir tanto en y de su propia sincronía, reflejo de un proceso universal más profundamente urdido.

Un evento sincrónico es una revelación que contiene en su interior la potencia de insinuarse en nuestro ser para alterarnos desde dentro.

Cabe destacar que un evento sincrónico puede ser mutuamente compartido en forma similar singularmente única. Nadie puede ser convencido que su experiencia sincrónica deba descartarse como una mera coincidencia, ya que posee un conocimiento interno de su significado debido a la forma en que transformó la realidad, por su naturaleza que exige participación activa, ya que es algo más que pueda limitarse a ser observado y afectado pasivamente, e imbuido de otro significado.

Las sincronicidades pueden transformar a un nivel celular, ya que son cristalizaciones dentro y fuera del espacio de la conciencia misma que se forman a sí mismos en nuestra dimensión como una expresión de la conciencia del uno que ya está despierta en vigilia.

La naturaleza de la sincronicidad es en última instancia inherente reveladora, ya que ofrece una realización activa y participativa con papel de co-creación en el desenvolvimiento del universo. El registro de la revelación incrustada en el momento sincrónico tiene necesariamente una expansión de conciencia, como el lente a través del cual se ve, interpreta y da sentido a la experiencia ampliada a través de la propia sincronicidad.

Debido a tanta riqueza de sentido, un evento sincrónico afecta y profundiza el estado de conciencia y la percepción, que es otra forma de decir que las sincronicidades son expresiones de la conciencia misma. Aunque al igual que los símbolos en un sueño, las sincronicidades no existen objetiva e independientemente de la propia mente. Los momentos sincrónicos se sienten como una gracia, ya que inducen la sensación de estar en lo correcto donde se supone debe ser.

Las sincronicidades tienen un fuerte componente de sentimiento y carga emocional, que son a la vez expresión del tiempo que fluye simultáneamente al influir y alterar el campo circundante de la conciencia. Manifestación del campo en su conjunto, las sincronicidades son un fenómeno reflejo de lo no local subyacente en la conciencia más profunda despierta a sí mismo a través suyo. Un evento sincrónico compartido resulta una experiencia de estar conectado a algo vivo mucho mayor.

Las sincronicidades son como brotes agudos cristalizados del campo común de la mente a través de la tercera dimensión interpuesta del espacio-tiempo trascendental del Uno mismo, reino unitario unificador que subyace, impregna y contiene todas las dimensiones de la experiencia.

Realidad psicofísica del universo más allá del tiempo y fuera del espacio en el que la mente y la materia están inseparablemente ligadas a un campo unificado más profundo.

El Uno es un dominio más allá de la dualidad, más allá de los opuestos, más allá incluso del concepto del allá donde la materia y la mente conforman los aspectos exteriores e interiores de la misma realidad trascendental, revelada en sus diseños mediante eventos sincrónicos en el mundo exterior, el paisaje psíquico interno en fase con las pistas sincrónicas codificadas dentro de la experiencia del Uno.

Paradójicamente, las sincronicidades son la vida misma sin la mediación materializada del inconsciente, siendo al tiempo una manifestación no localizada de la propia conciencia expandida.

Las sincronicidades ocurren de pronto en la dimensión de la experiencia que personaliza la imaginación del existir y su vivencia. Al estar absortos identificamos la perspectiva hasta convertirla en el trance de un punto de vista particularizado que desarrolla vida propia aparentemente autónoma y se convierte en un circuito de retroalimentación que refuerza la experiencia del sí mismo, el verdadero Yo en cumplimiento de una profecía vital, e identificarse fuera del punto de referencia fijo del ego que limita nuestra libertad, atrapa nuestra potencia creadora y dificulta nuestra compasión.

Sin embargo, en la medida en que se reconoce la naturaleza de ensueño de nuestra realidad, salimos de un punto de vista reduccionista basado en la causalidad lineal, es decir, de la perspectiva del ego encapsulado en la piel ilusoria de una imposición gregaria que nos hace representar roles en el drama eterno, mítico y divino de la encarnación.

La sincronicidad presenta al mismo tiempo una dinámica a la vez personal y colectiva, cual momento de ser un punto específico más que una dinámica más profunda dentro de la mente que se activa a nivel no-local y se expresa sincrónicamente a través del mundo aparentemente externo , así como dentro de uno mismo.

A saber, lo sincrónicamente activado de forma individual, lo está también colectivamente. Indefinible, es como extender un instinto psicológico o campo informativo de influencia que muestra los patrones de la mente, una experiencia del mundo que nos rodea y la forma en que lo experimentamos.

La sincronicidad, espíritu revelador, es pura información no local que ejerce su influencia y vaporiza los límites ilusorios que median y conectan el interior y el exterior, lo consciente y lo inconsciente, el sueño y la vigilia.

Las sincronicidades ocurren en momentos de profunda excitación de campo circundante; momentos de crisis, transición, tensión creativa o intensidad dinámica. Se activan y precipitan por el campo como una expresión sincrónica del mismo campo que las activó. Los períodos de perturbación son a la vez manifestación y detonante de un acto correspondiente que debe hacerse sincrónicamente visible en tal forma.

Las sincronicidades son revelaciones de último momento. Al igual que un sueño, todo coincide con el paisaje onírico de vigilia. Hay una profunda e íntima correlación sincrónica entre lo que está sucediendo en lo profundo del inconsciente colectivo y lo que se precipita en la representación personal de la vivencia.

El sueño de una persona es un reflejo de su proceso interno y a su vez es un reflejo de un proceso que se está muy dentro del inconsciente colectivo que da forma al ego. El sistema axial subyacente es el esqueleto de un cristal emergente del patrón que estructura el propio inconsciente.

La experiencia de disociación del Uno polariza y faculta a su parte escindida a proyectarse fuera de sí misma y de expresarse, actuando por sí sola en el mundo exterior. Ora poseídos por nuestra parte escindida y aquello que inconscientemente representa en el mundo, ora proyectando soñar el universo aparentemente externo que actúa hacia fuera del Uno.

Esta es otra manera de decir que el universo de vigilia es una función de la conciencia, o de la falta de ella. Cuando sincrónicamente una urdimbre se manifiesta en forma de cuerpo completo en el mundo exterior, su revelación se localizada por completo en el tiempo y está necesariamente correlacionada con una manifestación sin mediación de una condición fundamental no local que exista simultáneamente tanto fuera del tiempo cuanto en el interior eterno de uno mismo.

Un sincronismo revela el mundo exterior como reflejo de una condición que se efectúa internamente. La materialización externa y sincrónica del proceso interno en sí es el vehículo a través del cual el proceso expresivo actúa en el espacio-tiempo, porque el espíritu que anima las sincronicidades es el mismo espíritu que inspira los sueños y arregla situaciones vivenciales como forma de sincronizar el uno en sí mismo, lo que le impulsa a una mayor alineación con el campo de implicación de la posibilidad abierta de encontrarse de nuevo en cada momento.

En la medida en que se percibe la naturaleza onírica de la realidad, el universo se convierte en un oráculo con despliegue continúo a medida que nos convertimos en una revelación para nosotros mismos.

En una sincronicidad se lleva a cabo la conjunción de dos principios cósmicos, la mente y la materia, en el proceso de un cambio real de atributos.

Las sincronicidades son emanaciones sagradas de la alquimia donde los opuestos espíritu y materia recíprocamente se informan como los une la conjunción eterna de vivir y encarnar la realización de la unidad del espíritu y la materia cual evento sincrónico que se nos está revelando.

La guía del espíritu está surgiendo y se expresa desde dentro de la  materia a la espera de ser reconocida. Subjetivamente, fenómenos sincrónicos evocan la sensación de que no estamos solos, de que hay un socio silencioso con quien compartimos la vida. Es como si hubiera un factor autónomo en lo profundo de nosotros para organizar nuestras experiencias con el fin de ayudarnos a despertar en la realidad, parte integrante de un evento sincrónico es su sentido de conocer totalmente al otro, ya sea dentro de uno mismo o por medio del mundo exterior.

Paradójicamente, a través de sincronicidades nos conectamos con nosotros mismos para hacer una presentación a la parte nuestra que es distinta a como nos imaginamos ser. Reconociendo la matriz sincrónica de los patrones de la experiencia, capacita para ser socios creativos, cooperativos y activos durante el proceso del despertar propio en la medida que reconocemos la naturaleza de nuestro universo onírico de vigilia que resulta del grado en que la vivencia se experimenta como sincrónica al presente.

Una vez que llegamos a estar lúcidos en nuestro sueño de vigilia y reconocemos vivir en un universo sincrónico de naturaleza propia, el universo no tiene más remedio que cambiar de forma y reflexionar hacia la realización de materializarse sincrónicamente, lo que simplemente implica el reconocimiento de la red sincrónica subyacente que siempre está tejiendo en sí a través de nuestro existir.

Las sincronicidades son la forma de propagar y ‘contagiar’ conciencia. Esto es análogo a estar dentro de un sueño y verlo como si fuera un suceso que tendría el efecto instantáneo de permitir que el sueño manifieste más profundamente su naturaleza de realidad, del mismo modo que vivimos en un universo sincrónico, y al reconocer esto permitimos que el universo se manifieste más sincrónicamente, como otra dimensión para recrear y enriquecer nuestro ser.

La conciencia sincrónica reconoce el carácter sincrónico del universo que ha de alcanzar la realidad de la vida. La conciencia sincrónica es la invocación y la revelación de la eterna presencia del único acto creativo que todos compartimos y participamos. La conciencia sincrónica activa se reproduce en y por el campo de la auto-generación natural que está naciendo en sí a través de nuestra conciencia en el mundo.

Un campo que está listo para estimular y estabilizar la lucidez que se conjuga en la fase en que reside el Uno, corazón abierto de la conciencia sincrónica que activa sin cesar no localmente de forma fractal el genio colectivo que se reitera a través del espacio-tiempo, materializándose en la vida misma, y creando en el proceso un universo de revelaciones.