lunes, 13 de julio de 2015

Onomatopeya

" La formación y el uso de las palabras que imitan los sonidos asociados al objeto o a las acciones a las que se refieren. La propiedad de una palabra de sonar como lo que representa ". En honor del agua y todos sus sonidos dicha sea esta palabra.
Barata.
Dignísima hija de su inteligencia vegetal hecha madera de bosques y hojarascas.
Preludio para una renga danzante: entona la morena moma.
Y aplica aquélla luenga táctica del vendedor de sueños.
Si el hombre no resuelve, lo hace el diablo. Dios echa sentencia: ni una vez a cero.
El momentum en que se hizo la vida también se inventó la usura. El árbol exigió del follaje algo de su savia caída para dar sombra al suelo. El mejor enemigo le dedicaba pues un silencio ensordecedor lleno de aroma. Flor bien hecha pero mal concebida.
A veces la gente pierde la inocencia de la manera más estúpida posible.
Pero para semejante grupo de oriundos era como una predica parabólica en alta mar.
- los verdaderos pescadores somos desdichados en tierra
- amargo y dañoso
Pensaba que se debía al esfuerzo de las piernas al caminar tanto.
Palabrejas intelegibles que significaron dosis.
- eres un intratable resentido social
- la vaca mañanera nos da leche y el jornal, en cambio la gallina vespertina pone las tortas y el maíz.
Visto desde la playa una madrugada brumosa, el pueblo de casuchas de caña y balsa parecía otra mancha tejida al azar por la brisa y el moho.
- ¿libertad?… punto de orden, creen que fue una revolución pero yo digo que fue apenas pataleo de ahogados contra la correntada oficial que los llevó directo al carajo.
El guitarrón de don Próculo y la voz carrasposa de Pancha ambientaron el funeral del joven pescador, mientras, en el embarcadero, dos pangas preparaban los aperos para otra jornada mar adentro. El miedo a lo profundo y oscuro sólo mata de hambre.
En viaje hacia la profundidad de si mismo, el océano, inmenso cometa interno, vuelca su furia pasmosa contra la costa lejana.
Al principio los espectros eran doce, pero tres de ellos se quedaron rezagados en algún valle escondido por la sed, luego, bajo la soberbia del sueño, desaparecieron sin hacer concesiones a la niebla, y ahora apenas resultan el vago antojo de lo que no hubo.
Es la leyenda del indomable pez bonsai.
De vez en cuando, inexplicablemente si se quiere, unos ojos claros y malévolos posan sus impunes deseos sobre ciertos lugares solo para darles nombre y una razón que nunca por lo demás necesitaron.
Será debido a que todo deseo va calcado con esa resolución impertinente hacia una inefable fatalidad.
- pues lo he sentido tal como una madre
- ¡que dice don Raye!
Hablan un plenilunio atosigante y denso. Habían callado hasta los grillos. Una crespa de meros pasa atada a la superficie. El viejo dormita pero ya los hubo olido en el oleaje. Se incorporó sin apuro.
- carne blanca.
Durante la transición uno cree que trepa la montaña, cuando lo que ocurre es que ella a veces permite escalar su lomo inabordable.
El último esclavo liberado era una mestiza centenaria, mantis de pobreza y calma.
- no se sabe de donde provine, cuantas manos la tocaron ni para qué, es simplemente intangible
- repetitivo, circular, son los seres y el poder de un continuo y voraz sobresalto de una rueda en desgracia.
Detrás, del otro lado, el milagro de la tierra se renueva con el agua, por el aire, en el mar y en todos sus ríos a cada instante. Es el sur inabarcable, la frontera cuya forma de hembra flota, surca o pasa bajo una inmensidad sideral cuya cruz queda estampada al borde del mundo.
- como cada uno de los días que te faltan por morir
- ¿tantos así, buscona? E hizo un ademán cansino.
Entonces los gobernantes del golpe blando y mano preta repletaron de billetes los once vagones del tren expreso, sin imaginar siquiera que una semana después tamaño dineral apenas sería papel confeti, basura cara o ni eso; una reforma monetaria sorpresiva le puso cualquier otro nombre y le quitó todos los ceros posible al circulante.
Matices siniestros que iban del demagogo al protopresidente, del califazgo al interinato.
El viejo guerrillero terminó de afeitarse antes de entrar de un portazo aciago en la historia oficial. Desde su ventana la selva parecía interminable. Apenas si supo que fue al revés de la verdad y en contra de muchas vidas; negociar esa paz capciosa también era una forma de lucha; alguna vez los valientes han de ver la cara al enemigo y escucharlo sin temor; aún no lo mataban las balas de papel periódico o el tiempo transcurrido en la montaña acechado por sicarios.
La trama había elegido a sus interlocutores entre una maraña de egos. En silencio se rindió ante la patria ingrata sustentada en los restos que dejaron tanto combate y algunas heridas. Literalmente, por siempre, cada uno de ellos guardaba su particular secreto. Esos cuantos fusiles robados dispararon en vano.
Extracto puro de paciflora, hosco y pálido.
Victoria de los conquistadores… señoritas y señorones. El palanque cae hacia un canal estrecho, subjetivo, casi azul. A su vez, la montaña, enorme, el sol recto y la certeza, quizá pretenciosa, de salir de una pesadilla eterna que hacía arder su espíritu renegado en los fuegos del averno sobre un dantesco piso de oro arcaico.
Estaba solo sin ejército ni muletas, con el recuerdo de aquella mujer de mirar penetrante que le susurraba ecos lejanos, que le decía en un criollo gutural que no fue el mejor sino el único, que después suyo al pueblo llano sólo le quedaba rogar por otra chance al cacique de todos los seres.
- sé que los tales patricios son unos gamonales embusteros. Dijo y se tragó en silencio la mueca.
Toro colorado en gato sagaz es igual a luna gris.
Desembruja Churoloma, ya no tienes quien te olvide.

Atisbos.
Error de identidad - rémora y acepción a zancadas en un pueblo azotado por el viento.
Pete Clarque III, caricaturista profesional, apuntador para la orgía consumista en una cadena tiendas nacionales, desvivía su castigo diplomático en la ciudad más desvencijada e insana del planeta sur, Penca y Mendieta esquina, un mil novecientos cuarentitantos.
Desdicho fue por él ese epíteto de república bananera, marca de água de aquel refrán; esclavo de lo pendejo, domo de lo calado.
Causa fue afirmar lo que escribió pseudo-catatónico en una cárcel de lujo, otro tiempo del amor plutónico. La interrogata que resulta en el idioma kure. Pixado, nato, después surgido en falta.
Y la fábrica de billetes agotaba, mísera marranada, hasta el último de los próceres con una suspicacia cuya velocidad pudo farsear al mismo espacio-tiempo.
El hombre que echó a la basura un boleto premiado de la lotería sufrió la gran suerte de lo que nunca sabría, por acaso confirmando la alcahuete anécdota de quien ganó esa partida de ajedrez contra el destino.
Sospechaba de primera mano que personajes límbicos e híbridos como el consul no saben lo que es ceder, y aunque tuvo razón se equivocó, antes cambiaría la polaridad del campo magnético de la Tierra que semejante cabeza ávida de protocolo cual aquella ya calva, colorada y entrecana.
Un poco explica por qué las retaliaciones son tan veloces y están ahí antes de un vuelvo como si fueran el último mañana. Una rapidez definida a cuestión del poder de la aceleración que también ocurre cuando se contrabalancea su peñora.
Así expuesto, el problema del cero es que equivale sólo cuando tiene cualquier otro número delante suyo.
Hombre prolífico en palabras vulgares e ideas sediciosas, el autor calcula que cada una de sus disquisiones pasionales sobre los amores imperfectos fue preterido, simple parodia a la causa de la dama despatarrada frente al regimiento, donde pretende probar que el lenguaje engalanado trastoca la realidad de una comedia afectiva contra el orden irracional, o matraca de la rapanga.
Mientras tanto, demasiada elegancia para tan poca cita: amar y rasgar en un mismo verbo son el imperativo detonante.
No obstante fue un anuncio atmosférico inminente lo que le rasgó el alma hasta precipitarlo al ostracismo. La carencia a pies desnudos, una oligarquía salvaje en permanente punto de quiebre, el egoísmo incólume de semejante verdor paisajista, aquel río latente y casi inmóvil, las noches borrascosas plagadas en un malecón sórdido, y la sensación sin matices de la inmensa soledad ante mismo.
Era también sobre los despojos de quien lloró cuando predicaba el presbítero acerca de la parca cristiana. Lo hizo sin pena una madrugada impenetrable. Quiso que la hora se detuviera apenas unos segundos, los suficientes para disolver el augurio fúnebre que lo trajo a esta tierra infernal. Agosto del cincuenta y tres. Atúfale un calor pegajoso que prolonga su momento más agobiante.
Suena una canción... ella es la hembra de mis raíces.
Es el llamado conspirador del eponimo, Arthur Chanclert. Trata la vida simiesca de un espurio catador de procesos gramaticales que logran eternizar el olvido en la selva negra de Hunterb. Todo un chaquiñan populesco y sagaz autoria del señor cónsul.
La noche ataca con mosquitos furibundos. Los ha barrido hacia el litoral un viento torrencial que presagia otro aguacero interminable.
El decrépito y atrofiado coronel Mayorga estampa su rubrica letrota en el libro oficial de visitantes; entonces sigue una fila encabezada por el comisario de policía, el hombre de confianza de los usureros, algún que otro compromisario anónimo, el vulgo minorista, y gente deambulante que iba y venía. Toda una sarta de esbirros entusiasmados con los sucesos ilegibles del el gringo desgraciado.
Combinaba el enojo que pertuba los sentimientos de intriga, es decir, la lucha estéril entre la pausa del adrede y su amasijo de quimeras, cuyas delaciones y relatos constituyen causa común en el corazón de piedra de las personas piadosas y creyentes.
El guardia jurado Sardino Cevola aguarda impaciente su paga amarga y escasa. Ha roto las únicas botas que tiene, carece de lo esencial, sufre los estregos del dengue, y sin embargo ha sobrevivido a otro carnaval en el bloque pachanguero del bolón sin verde.
Oye decir: no exageremos a punto de inimaginar lo esencial en este asunto, ni que se vea del dichoso laudo apenas un cuerpo con la llaga amorfa que le dejó la vida.
Quizás como el caballito que cargó la campana hasta el Choclo, un poblado inverosímil en la cima más agreste de la sierra perenne.
A punto de niebla la tarde languidece. Afanes de una tierra gélida, hostil y brumosa. Mientras Joselina rezaba una plegaria a las Tres Marías acaecía un temblor magmático de tono gutural. Medio acostumbrada, de su boca brotó un lamento inaudible.
La estratagema funciona en el instante preciso. En términos concretos significa escoger entre el sofón y la sidra, sea piedad o delirio en la noche artesanal de los hechos perversos.