sábado, 2 de enero de 2016

Pantano


Junio 16, 1982. Ciudad Oeste. Dos agentes de seguridad homosexuales se juran amor estéril. Verecundia. No muy lejos de allí, un hombre canoso alcanza el vacío en un sitio cercano al canal del corte cinco de la central hidroeléctrica de río Desecho.
Sucede en donde se parte un continente geopolítico, al final de una historia reciente, tropical compuesto que incluye espejo, moraleja e intriga.
Panadero. La represión aniquiló a su familia; mujer y dos niños, y a un cuñado que confundieron con él. Sospechoso de subversión había sido torturado, cargado en andas al patio del complejo militar y abandonado semidesnudo al sereno. Al amanecer creyó escapar cuando salto un muro con la ayuda de un cabo veterano de la guerra del Cacho, y huyó de hinojos hacia una deriva con identidad nula.
En un giro dramático, la mentira que reniega de la realidad se apodera del gazapo a rabonas. Pamplinas, pero ¿quién desapareció al preso?
- qué, ahora a usted le pica la bragueta
- me molesta esa musiquita
- una pena porque limpia toda clase de heridas.
Impertérrito. Lo habrá volado el cóndor es un decir plausible acaso perverso y hasta tibio, cuando seguramente es un asunto sucio que no tuvo ultra ni bastante padre que lo condene al limbo.
Un clásico de la corrupción populesca del crimen hediondo dice que el soborno queda empate entre los arapongas de concreto y una bufonada elitista en posterior gangrena neofeudal.  A su vez, su refrán soberano afirma que el pudiente lo es mientras el resto no aplaudan tanta suerte.
Muñeco malévolo, arbitrario e impune, circular o perplejo, no hay manera en viceversa alguna que esté en jaque con el pretexto de la plata por la patria.
Logia a fojas cero, cábala imperceptible, porque se ha de volver al pasado a través de una sucesión de hechos profusos, signo y elemento natural señero al lado de lo que sucede a partir de la palabra rota. Dígase también que hay vidas peores que la tortura con cárcel, según se colige al tenor de la idología -por oximoron de ídolo- imperante que parecer se dicotomiza en un truco sucio entre el poder y el dinero. Excepto materialistas perfumados cual cajón de sastre, o aquellos quienes lo aparentan.
El saldo fue hipotecado a una fiducia golondrina y resultó ser la cota del argumento de una anécdota parca cincuenta mil muertos después, porque justicia y ley tienen poco en común, a no ser un emisario sin portador en noche cerrada.
Colusión invisible que advierte a los andantes lo exponencial del caso interrupto. La feria de la farsa sin peros en la lengua que se dice espantosa, inmovilista y arcana. Juntos en una larga mesa noctámbula, acompañando el atardecer, al paso de una calle vacía bajo la era urbana del marcado vacunal libre.
Y en contrapunto bohemio, fatal e inexorable, la cara paladina del último senador biónico mientras brotaba frente a sí mismo y su ego salvaje una honda lágrima fingida, auténtica perla falsa del fachismo petulante.
Pero fue el enorme poder de la casualidad la base del incidente, porque la lucha permanente entre el individuo y su estado impositor hacen del individuo un ente somero sin alma contra tal sistema devorador de carne humana y dinero, amasijo tambaleante cuyo entorno común son la ley piramidal de la creación a colores monócromos, sabor amorfo, pasivo del espectro hacia senderos deconstructivos de la siguiente página en blanco.
Dictadura tórrida del ogro sintáctico de carácter mixto e intriga carente. Un viernes cualquiera, la ciudad se desvanece en pleno panorama tercermundista mientras se desplaza hostil sobre las nubes saturadas en gris un sol mayor naranja oscuro, mistura de conjura contaminada, placeres inequívocos e infamia militante. Mucho dicen que jamás pasó semejante ocaso poético, pero resulta que lo profuso es ahora olvido permanente que la verdad a medias encierra una de sus formas de hecho paradoxal.
Cangrejaiba maestra en la frontera de lo absurdo. Información adquirida directamente de la fuente en soborno de arrebato mutante. Un aire tibio descongela el frío. Regeneración espontánea de prietos e indios, mangles y páramos, hoy manigual gris entre un verde palenque repleto de basura, ratas e insumos podridos. Árbol tomado del país que se desmorona alcantarilla afuera por otro aguacero de mitad de día.
El señor ministro todavía no acababa su orgasmo sobre la señorita enésima mientras juntos roncan una borrachera forzada. El aguado, como lo conocen, es un lugareño típico, falseta pero en efectivo de las arcas nacionales del poder maníaco.
- otro apóstol del amor, supongo
- uno más, amén.
Es espectro está inmóvil junto a una chimenea crepitante de ladrillo y piedra. Un candelabro con cinco velas destella una luz cansina que hacen aún más denso el ambiente hermético, e ilustración del típico abuelo cordial que bebe a sorbos cortos licor artesanal de jengibre, mientras evoca remotos pasajes al olvido.
Al azar, resultan rastros taxidérmicos difusos en una cabeza hecha trofeo de paz, huella tangencial pero indirecta y fundamento del relatorio en cuestión. Diferenciados los componentes, se concluye que los restos no fueron ahí escavados y que brotaron solos.
Opaco demagogo, si cabe hombre acción violenta, arrastró taras germinales y desafíos inicuos hasta seccionar el orden establecido con magia negra, grampos teleféricos y otras perversiones lujuriosas bajo un círculo procíclico de carestías e incompetencias.
A pesar de los demonizados y casi exactos informes de prensa, la logia octagon66 inexiste como tal aunque su poder resida en la constitución misma.
El término común sería aborigen, aunque ahora su acepción específica sea cholo, longo o runa. Pero esa película perdida se tituló Troncha Tuca, la protagonizaron los de siempre, comodoros en tinga, y culminaba con un relato lineal que decía por favor regrésenos el país que se nos robaron al contado.
La censura la catalogó como un melodrama incandescente ultralujo. La estelarizaba Matilde Capiche, trigueña, febril, esbelta y prosuda, incapaz para el amor y obvia en sus sentimientos a la intemperie.
- pata e palo, pasa tu merienda
- mañana.
Entonces resultó muy prosódica, con una morfología de carácter asexual a pesar de semejante protagonista. Un ser plumífero anexo que se desarrollara al cambio de contracciones catatónicas.
- y entonces lo suyo se acabó por nunca
- mejor dígale candela.
Se parecía a un ave forrajera ya extinta y poco sociable a la que llamaron tirano del paraíso. Se solía esfumar en medio de una tromba de plumas inclaudicable. Cuando fornicaba lo hacía apoyándose sobre el ala dominante en forma de punta. Efectuaba migraciones sazonales volando días enteros a kilómetros del suelo sin piso.
En una lunarada capariche, su autor, el profesor Admirable Borbor, pulcro bajo su personalidad de beluga hosca, luchó solo otro invierno contra el tedio diluviano de marejadas sucesivas. Aquellos días de noches fatales hubo caído tanta nube que incluso las plantas más verdes estaban saturadas y los insectos condensados por la humedad crepitaban apenas unos minutos antes de caer fulminados. Mestizo de páramos tras pampas secas reventó valientemente. Quién imaginara siquiera que su nombre de pila venía del bucanero que controlara las rías del amplio delta que tanta agua de vez en cuando borraba del mapa.