jueves, 23 de abril de 2015

Mandra Mariposa

Era una escultural mulata analfabeta que en vale todo de la vida fue protegida por la fortuna. Su madre hacían años se pudría en un manicomio, mientras seis de sus once hermanos y hermanas eran delincuentes insidiosos que luchaban en la guerra civil encubierta contra el régimen del orden continuo. Aquello que toda prensa posible acaba ignorando en favor de la represión gubernamental. Epítetos con tinta roja en edición de empaque.
Ella, hasta entonces habitante de una villa miseria en la periferia, parecían también condenada. Pero su cuerpo de trigueña insólita estaba combinado con algo que no se puede describir con palabras, y un fértil temperamento que vibraba en dos ojazos fatales e irresistibles de auténtica pantera.
Esa noche tropical que encantó más allá del embrujo a un impune hampón de la lotería ilegal, lucía espléndida.
- Voy hacer de ti una reina. Se lo juró entre suspiros posesivos Crispín Marín, alias el cuervo.
Novelero, vanidoso, convencido del poder persuasivo del dinero, la paseó cual artículo de lujo y tarjeta de presentación en banquetes, tributos sociales y fiestas patrias. Eso hasta la fatídica noche en que el gobernador fue cautivado y se empecinó por semejante mulata, y entonces como cualquier otro día una guerra sin cuartel por una mujer había estallado.
Esta vez el doctor Higinio Balera no estaba dispuesto a ceder ante un vulgar bandido y declaró terminantemente prohibido el juego clandestino, a pesar de las advertencias de sus asesores en pánico que intentaron exponer con razonamientos tajantes algo que él sin remedio sabía de sobra, ya que era condenar al peligro inminente todas aquellas componendas políticas que lo eligieron y sustentaban, Además que entonces le importaban un carajo las consecuencias.
Ese hombre decrépito aunque todavía poderoso que había logrado en la política todo cuanto quiso ¿qué más podía codiciar a su edad sino una mujer semejante? Así por ella no replanteó las cosas. Ni tampoco hubo mujer en su vida de atropellos y crímenes encubiertos que jamás le hiciese sentir así de decidido a cometer un exabrupto sin cualquier sentido. Mandra de su corazón, sensual y susurrante emblema en disputa sin hesitaciones con nada.
Los varios días que Crispín Marín tardó en asimilar las sinrazones del gobernador a la larga solo acabaron de volverse en contra suya. Tal vez, si fuese del caso, huiría, pero esa misma noche fue preso acusado de actividades ilícitas contra el estado.
Mandra Mariposa, ajena al suceso, la mañana siguiente muy temprano recibía la visita del gobernador en el lujuso apartamento con vista al lago que ocupaba, y comprendió de inmediato en las miradas y maneras algo atolondradas de tan poderoso mandón impecablemente vestido que ya se habían encargado de su amante y quizás sintió algo de lástima por ambos. Impávida le sirvió café y se arrimó al balcón. Poco después el fino gamonal con aires contenidos improvisaba una patética declaración de amor que casi provocó su mofa.
- ...en cualquier sitio y en ninguna parte, un instante de amor es la eternidad en sí misma
- no me diga, habla de aquello que no puede ser dicho con palabras
- el propietario de este apartamento desde ayer está preso
- yo no sé nada ni trabajo para él
- e igual podrían acusarte por cómplice
- entonces usted tendrá un poco de sexo y... todo mi amor fingido.
Los problemas triplicaban tentáculos contra el gobernador apasionado. La lotería clandestina rendía ganancias millonarias a un violento entorno emergente de maleantes que con el juego ilegal sostenía empleos formales para cientos de familias pobres, además de ser el principal pilar financiero de la banca regional.
El perjuicio ya era considerable cuando recibió en audiencia informal a los medio hermanos Verbantino, Cosme y Fulgencio Biritute, dueños de las casas de apuestas y de cambios, y a Cándido Sacachún, el patrón que hacía el negocio con los políticos y la policía, quien muy poco diplomático optó enseguida por un tono de sarcasmo y amenaza que apenas inmutó al viejo amante.
- Usted bien sabe que esta ruina no vendrá sola... no piense más con la cremallera abierta
- también nos está cerrando las salas de masaje
- y hasta los disco bares, ni...
- largo, largo, no quiero oírles, fuera
- piensa que se cansó de robar, maldito viejo raboverde
- moralista... já.
En suma, el señor gobernador cerraba por entonces cualquier salida negociada con un soberano portazo.
Pese a la pantomima represiva los sobornos ya se habían llevado delante a todo el mundo, incluida la arriba firmante Mandra Mariposa.
Caprichos del señor gobernador aparte, un domingo cualquiera, se le ocurrió lucirla en misa cual perla cultivada. Aquel mediodía de súplicas al altísimo ella, una mulata espectacular, desató los complejos más puristas de la burguesía mestiza afincada en un pasado paralelo perdido en las fiebres del olvido.
De inmediato el escándalo tomó matices extremistas con alardes de exterminio a la larga nunca concretados. Primero hubo una purga electorera. Después la cansina repetición de discursos y promulgaciones radiales que nadie oía ni escuchaba. Y entonces, ejecutor dormitante, una tras otra, las máscaras cayeron, despojando a sus perplejas personas a fin parir un engaño mayor y aún más contumaz, esta vez transcrito como ley estatal retroactiva jamás aplicada.
Pero fue la prensa quien se cebó en serio con ellos: 'He ahí el verdadero rostro del déspota impávido de lujuria'. 'No a la sorna. Los mejores valores han sido mancillados'. Así por el estilo, resultaba que el hombre que conducía el destino del estado estaba sin saberlo demente de remate, chiflado por una negra sinvergüenza, perdido la cabeza en sombra oscura de la brujería.
No obstante, muchos se tuvieron que rendir ante la evidencia. No era negra azabache sino mulata clarete, demasiado bonita, un pasado humilde y anónimo.
Mandra Mariposa se convirtió así en icono de la moda criolla y después en modelo de la prensa rosa mas frívola. Lucia tocados ikebana, collares de borlas enormes, provocativos blusones calados, faldas escotadas, vestidos de entalle perfecto, sandalias de cuero artesanal. Ello le genero pasiones extremas, odios y amores inveterados. 'Picante, sexy, maliciosa, extravagante', eran calificativos sobre ella y su estilo que se repetían sin cesar.
Sagacidad política, suerte o eso que llaman experiencia, lo que fuere. Mandra Mariposa hizo de un cacique corrupto y decadente en los últimos pataleos de un desastroso mandato de casi veinte años, en el 'líder' carismático que abandonaba la política por la ancha puerta de la pantomima.
Poco después casi lo asesinan. Dicen los deslenguados que nadie se atrevió a hacerle viuda. Ello por si solo significaba la peor de las ruinas, y era una simple patraña para negarse a ejecutarlo, al menos de inmediato.
Entonces pronuncio ante la Asamblea un discurso de púlpito pletórico de adjetivos retóricos e impersonales como los contenidos en esta fugaz perla:
'Se es tanto más valioso cuanto lo produce un hombre tajante, si alguna vez haya la esperanza de haber proferido de los dioses solo su justicia, algo que seria digno de sobrar el olvido eterno'.
Al final, incontestable, la lotería ilegal, más popular y clandestina que nunca, se tornó poder legitimo.
Crispin Marín salió del presidio. Los cargos criminales quedaron en simples agresiones de palabra, pero tuvo abandonar el estado hasta nueva orden.
Aunque la presión de veras provino de la familia del jerarca, es decir, de la red negocios que controlaba la banca privada de la ciudad. Si bien Mandra Margarita fue de plano vetada al interior del seno familiar, la ausencia a perpetuidad del gobernador que eso conllevó se haría sentir para siempre.
Al color de las sospechas cualquier tipo de legado escoraba en la orilla. El salón estilo rococo pisano contuvo un extraño silencio recoleto. Entre lamparas cristal pulido y muebles estrafalarios en seda amarilla lo distante no le parecía ajeno. Afuera, tras la ventana, un villorrio de casuchas precarias conciliaba en ellos miradas ahora comunes.
Cuando le regaló una sobrio collar con pendientes al juego, fue recibir un a otro sitio con ese sucio truco de regalar joyas. Mandra Mariposa no las quería ni tampoco las usaba. Puso una mirada sobre el horizonte y se negó siquiera a verlo. No podía lucir cosas tan caras mientras abundaban los niños hambrientos, los hospitales abarrotados de pobreza inmisericorde, las mujeres como ella y sin suerte a la venta. En otras palabras, nada de opulencia insultante. Después que lo dejó pasmado en un enorme sillón, lloró a solas.
Asunto que calo hondo en el gobernador. Por increíble que fuera, en sus últimos meses de mandato impulsó programas sociales pioneros en el país, al menos intentando aplicar planes tardíos de alfabetización y salud publica. En unas cuantas semanas gastó en obras de infraestructura sanitaria bastante más que en muchos años pasados.
El nuevo gobernador, Asencio Piayona, no estuvo a despedirlo la nubosa mañana que dejo el poder. Mandra Mariposa, la mujer que altero mas allá del embrujo voluntades u opiniones divididas, tomó la mano de todo un especialista en peculado tropical y otras maromas de estilo, para bajar juntos los fríos escalones que lo separaban del olvido.
Don Higinio Balera murió de improviso pocos días después en la cama de algún hotel de lujo frente al mar.
Una foto de la dama del velo gris fue el único recuerdo público que sobró de ella, Mandra Mariposa, antigua mulata de ignota belleza, mujer preferida en los temas de las canciones de amor que aún se entonan en los barrios bajos del puerto viejo, lindero de un recuerdo que la hará perdurar mientras encienda en ellas las ansias del poder menguante inspirado en el desacato y la provocación.